El oxígeno es fundamental para nuestra existencia, ya que es el combustible de las células para generar energía, pero al mismo tiempo es un poderoso oxidante, ya que también participa en reacciones químicas que causan oxidación celular.
Un pequeño porcentaje del oxígeno que respiramos produce radicales libres. Los radicales libres son átomos, moléculas o iones inestables, a los que les falta un electrón. Circulan por el organismo intentando robar un electrón de las moléculas estables con el fin de alcanzar su estabilidad electroquímica. En este proceso, los radicales libres oxidan a las moléculas a las que roban el electrón, convirtiéndolas a su vez en un radical libre al quedar con un electrón desapareado. De este modo, se inicia una reacción en cadena que destruye o deteriora células.
Este constante "robo" de electrones provoca inflamación que causa enfermedad y envejecimiento.
Nuestro estilo de vida y el entorno que nos rodea generan, en nuestro cuerpo, más radicales libres de lo fisiológicamente normal.
Las especies reactivas del oxígeno (ROS) son radicales libres que contienen oxígeno (•O2-, H2O2, •OH y ¹O2). Se producen en el cuerpo de forma natural cuando consumimos el oxígeno que respiramos y son beneficiosas debido a que coordinan la actividad celular, regulan el sistema inmune y participan en la defensa antibacteriana. Sin embargo, pueden llegar a ser extremadamente perjudiciales cuando superan la capacidad antioxidante del organismo y se oxida algo que no debiera.
El exceso de ROS puede dañar, indiscriminadamente, componentes celulares, incluyendo lípidos, proteínas o, peor aún, el ADN de nuestras células, provocando necrosis y muerte celular. Esto da lugar a una situación conocida como estrés oxidativo, producida por un desequilibrio en el organismo entre antioxidantes y radicales libres.
El estrés oxidativo persistente puede producir daños graves en los tejidos y es una de las causas de la mayoría de las enfermedades relacionadas con el estilo de vida así como del proceso de envejecimiento.
Además de por el exceso de ROS, el estrés oxidativo puede ser causado por varios factores, entre los que se incluyen inflamación, ejercicio intenso, infarto de miocardio o cerebral, interrupción del flujo de sangre y el trasplante de órganos entre otros, es decir, situaciones de isquemia, inflamación o patológicas.
Ante el peligro que representa el daño oxidativo, existen mecanismos de protección que contrarrestan el efecto de los radicales libres y se conocen como mecanismos de defensa antioxidantes. Los antioxidantes son sustancias capaces de donar electrones a los radicales libres, neutralizándolos.
Sin embargo, a medida que envejecemos, la función antioxidante de nuestras células es insuficiente para eliminar el daño oxidativo, lo que resulta en la aparición de enfermedades.
El envejecimiento se manifiesta de diversos modos en nuestro organismo. La deshidratación es un síntoma del envejecimiento celular causada por la oxidación y aumenta progresivamente en el transcurso de nuestra vida.
Al alcanzar la madurez, el ser humano ha perdido el 50% del agua de su cuerpo.
El estrés oxidativo ha sido relacionado con diversas enfermedades como algunos tipos de cáncer, enfermedad cardiovascular, obesidad, diabetes, enfermedad de Alzheimer, enfermedades oculares, reumatológicas, de la piel y alergias entre otras.
Muchas de estas enfermedades pueden ser prevenidas con un equilibrio apropiado entre el estrés oxidativo y los niveles de antioxidantes.